(A. Einstein)
“El guía dice su nombre, le
cuenta que recorrerán la ciudad y arrancan. De ahí
en más, se suceden expresiones reiterativas de este tipo: “a su derecha, pueden observar...., “a su izquierda,
tienen....”, “allí, adelante, miren...”. Se multiplican
una y otra vez esas expresiones, acompañadas por imágenes de edificios, templos, parques, sitios
históricos y mucha, mucha información. (...)El guía se despide
ante un público que tiene un cócktel
de fechas, personajes y lugares, algo de cansancio, ganas de llegar a su habitación del hotel y la sensación de
haber cumplido con una obligación cultural”
(C.
Bertonatti)
Un post publicado en una reconocida red
social[1]
me permitió hace un tiempo reflexionar sobre las implicancias de la praxis y
las estrategias discursivas del Guía de turismo. En él se planteaba una opinión
rotunda y desaprobatoria sobre el desempeño de un Guía que, mientras recorría el
centro de Lima ―específicamente el pasaje Santa Rosa―
con su público, explicaba las prácticas ancestrales y sagradas del Perú
antiguo, como el consumo del san pedro y la ayahuasca[2].
Según el post, la razón de la desaprobación
consistía en que por el lugar y la audiencia, —turistas extranjeros, — el guión
era incoherente e inapropiado, pues desaprovechaba el sitio transitado.
El pasaje
Santa Rosa está en el centro histórico de la ciudad de Lima, dispuesto entre la
Plaza Mayor y el jirón Camaná, corta en eje una de las manzanas de la plaza más
importante de la ciudad: está en el centro del centro. Está rodeado de
arquitectura muy tradicional limeña que, si bien no es virreinal, evoca esta
época claramente con las arquerías hacia los lados que complementan los
portales, los arcos de medio punto, las farolas y fanales, sumados al protagonismo
de los balcones[3]. Lo
más notable del pasaje es un monumento central, una gran piedra o huanca
dedicada a la memoria de Taulichusco, último gobernante de la ocupación prehispánica
de Lima. Pieza que sugiere el pasado milenario de la ciudad que en el sitio ya
no es tangible ni evidente, y que, sin embargo, está presente en su traza y en
su índole.
Sabemos que un
guiado convencional es estricta y escrupulosamente descriptivo, cada lugar, sitio,
objeto o detalle es descrito en sus caracteres más generales, y en algunos
casos, en los específicos. Inclusive, algunos profesionales del guiado
pretenden no dejar nada por decir, saturando a los oyentes con detalles que son
evidentes, es decir, que ya conocen sin necesidad de mediadores, bien por su
obviedad, bien por formación. No obstante, ¿no es válido que un guía, mientras
trabaja en un espacio, aluda a otras instancias, lugares o prácticas? ¿se puede
deslegitimar una praxis creativa que decide evocar para el público tiempos y
saberes alternos? ¿No es pertinente relatar nada que no se evidencie de modo
concreto en el recorrido? ¿de qué hablamos cuando hablamos de guiar?
No hay una
respuesta única ni concluyente frente a estas preguntas, sin embargo, sugerimos
atender a uno de los pilares de la interpretación del patrimonio: la
creatividad en los guiados para lograr hacerlos más atrayentes y efectivos, desde
luego, sin llegar al extremo del recurso pirotécnico o trivial. Pensamos que,
por tanto, se precisan Guías dispuestos a abandonar las descripciones puntuales
para estructurar un discurso más fino y original, que revele un trabajo más
cuidadoso y permeable con las necesidades del público; un guiado más atractivo
y desafiante, que permita y dé horizonte a la interpretación. Necesitamos Guías
que estén dispuestos a contar aquello que está reducido, lo que está oculto en
los márgenes, que no es evidente pero que a la vez está ahí, esperando ser
enunciado.
A propósito del
caso citado, el guiado en el pasaje Santa Rosa, pensamos que la relación entre la
huanca central y el periodo del Antiguo Perú ha sido la motivación para
explorar otras prácitcas de la época. Pensamos que esa exploración es absolutamente
legítima porque cuando hablamos de guiar hablamos de una práctica creativa, que no debiera
satisfacerse sólo con nombrar y describir, sino operar sobre los sitios y
objetos de manera que la comunicación evoque, reconstruya y permita que el
visitante cree vínculos afectivos con aquello que se presenta. La huanca del
pasaje Santa Rosa es un monumento a un pasado limeño, ― nos referimos al centro
de la ciudad― que ha perdido, desafortunadamente, casi todas sus evidencias
materiales, y que por ello debe ser expresado para completar su esencia.
Por último,
creemos que no solo es válido que cada Guía determine su propio guión, sino que
también es necesario. Desde este espacio apostamos por las interpretaciones originales
que se esfuercen por revelar lo que está latente. Que traten de estimular la imaginación
de sus oyentes y de mantener el entusiasmo por el descubrimiento. el seductor
juego entre lo que se dice y lo que no se puede llegar a decir, pero sí
comunicar.
[1]
La red social aludida es Facebook, no
hacemos mención del post original, ni de su autor, ni del Guía aludido porque
no es necesario a nuestros fines.
[2]
Tanto uno como otro tienen efectos alucinógenos y eran usados para comunicarse con los dioses. El consumo de estos productos ha quedado
registrado en las obras de los peruanos antiguos, en las tallas y modelados, sin
dejar duda de su sentido sagrado y religioso.
[3]
Son edificaciones importantes tanto por su imponente arquitectura como por
las instituciones que las ocupan: la Municipalidad de Lima y el club de La
Unión.